domingo, abril 29, 2007

Pídeme

Pídeme la luna y la robaré para ti. La cubriré de estrellas para que la hagan compañía. Borraré las nubes del cielo que no te dejen ver su belleza. Capturaré los rayos del sol al amanecer que la intenten quitar protagonismo.

Pídeme una rosa y convertiré la más árida tierra en un vergel de colores y olores. Cultivaré las más raras flores y crearé otras solo para ti, para que solo tus sentidos puedan disfrutar de ellas.

Pídeme que te de un poco de mi sangre y me la sacaré toda. Me arrancaré los riñones y el corazón si con ello puedo verte sonreír cuando estés triste.

Pídeme todo lo que desees y yo te lo daré.

Pero nunca me pidas que deje de amarte.

domingo, abril 22, 2007

Tras el 42

Hace algún tiempo escribí sobre la gente que me encontraba en mi trayecto al trabajo cuando iba en autobús. Hace casi 5 meses que ya no lo hago. Gracias a la llegada del metro cerca de mi casa (si, doce minutos andando es cerca). Y aquí he seguido con mi mala costumbre, esa mala costumbre que tengo en observar a la gente. Y para que negarlo, he encontrado un par de actitudes de lo más llamativas (quien dice dos, dice tres):

- El síndrome de la lepra: Hay ascensores en el metro para aquellas personas discapacitadas que no pueden subir escaleras, personas mayores o para madres con el cochecito para sus hijos pequeños. Pero siempre hay gente que los utiliza, dejando a estas personas esperando a que ellos terminen de subir para que lo hagan los que realmente lo necesitan. Si fuese por que tienen prisa, lo entendería, pero el ascensor tarda más que subir andando. Así que me planteo si realmente piensan que los demás somos unos apestados y no quieren mezclarse con el resto.

- El síndrome de las Olimpiadas: Al principio pensaba que corrían porque tenían prisa y llegaban tarde, pero pronto salí de mi error. En cuanto cruzaban las puertas aminoraban su paso y caminaban como si no tuviesen ninguna prisa por ir a algún sitio. Así que, cuando salgo del metro, miro las caras de la gente que sube corriendo las escaleras y me gusta ver si su cara esta desencajada o por el contrario suben con una sonrisa de felicidad. Es curioso ver como los que suben con cara de felicidad frenan su ímpetu tras cruzar las puertas. Alguna vez he hecho lo mismo para ver si les daban caramelos al cruzar por la puerta, pero debo salir por la puerta incorrecta, porque de momento nada.

- El síndrome del inglés: La Semana Santa del 2006 estuvimos mis hermanos y yo en Inglaterra. En Londres, nuestro inglés particular nos dijo que en las escaleras mecánicas nos colocásemos en la parte derecha, para dejar pasar a la gente, porque había mucha gente que iba con prisa y podías ganarte una bronca si no lo hacías. Había quien no lo hacia, y siempre había problemas con los ingleses que se enfadaban con esas personas. Lo más curioso era comprobar que TODAS esas personas eran españolas. Y digo bien españolas y no hispanas. Eran todas de España. La gente de Latinoamérica parece ser más educada. Pues aquí sigo viendo lo mismo. Y encima hay quien te mira mal porque se tiene que retirar para dejarte pasar.

Si alguna persona se dedicase a lo mismo que yo, seguro que añadiría un par de casos más:

- El síndrome del Coloso de Rodas: Piernas entreabiertas, brazos cruzados sobre el pecho y mirada perdida mientras los demás esperan el metro sentados en los bancos. ¡Ah, si! Y los ariculares que no falten.

- El síndrome del sonámbulo: Hay quien se apoya en las paredes del metro, con la mirada perdida. Cuando el metro se para en una estación y los pasajeros bajan mayoritariamente, esta persona tambien lo hace, dándose cuenta demasiado tarde de que se ha bajado en una estación que no es la suya. Y los auriculares que no falten.

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domingo, abril 15, 2007

Vuelta tras las vacaciones

Raramente recuerdo mis sueños. O tal vez es que no sueño. Pero esa noche si he soñado. Al menos eso creo, porque me desperté sobresaltado.

Lo malo de las pesadillas es como te levantas cuando las tienes.

Abrí los ojos y nada mas hacerlo me di cuenta de lo rápido que me latía el corazón y de que estaba empapado en sudor. Era el primer día de trabajo tras las mini vacaciones, así que estaba un poco desubicado. Me deshice de las sabanas y encendí la luz para mirar la hora. Fue entonces cuando me di cuenta de dos cosas: hacia un frío del carajo y ¡me quedaban tres horas para levantarme! Así que me encontré con un problema. Estaba empapado en sudor, pero hacia demasiado frío para destaparme. Vamos, que me esperaban tres horas de lo más amenas. El problema de todo esto es que estas demasiado incomodo para dormir, pero demasiado cansado y con demasiado frío como para levantarte. “Nada, me relajare y ya pasara el tiempo”, pensé. Estuve lo que pareció una eternidad sin moverme, envuelto en mi propio sudor. Procurando no destaparme porque hacia frío. Mire de nuevo el despertador y solo habían pasado veinte minutos. “No se, creo que paré el reloj. Seguro que es mas tarde”. ¡Si, claro! ¡Y George W. Bush dejó el bourbon! Me pase el resto del tiempo discutiendo conmigo sobre lo estúpido que era. Y cuando por fin me entró el sueño, tocó el despertador. Juré en hebreo mientras golpeaba con el puño el despertador. “¡¡¡Ahora tocas!!! ¡¡¡Ahora tocas!!! Me levanté y fui dando saltitos, para no quedarme frío, hasta la ducha. Encendí la estufa y me despojé de la ropa. Me di una reparante ducha, pero no termino de despertarme completamente. Discutir con uno mismo causa estas cosas. Al salir de la ducha huelo algo y me digo: “Si me he duchado”. Veo de reojo la ropa que me acabo de quitar, así que me pongo el albornoz y la recogí. Salí del baño, dirección la lavadora, y… ¡volví a helarme! Corriendo como un poseso me volví a mi habitación. Me seque rápidamente y comencé a vestirme, a resguardarme del frío. Cuando terminé de vestirme volví a darme cuenta de una cosa: “Pero que mal huele”. Lógico, me había llevado la ropa sucia a mi habitación y encima no había abierto la ventana. Así que abrí la ventana y me lleve la ropa a la lavadora. Empezaba a tener la sensación de que estaba paseando la ropa sucia. Tras un desayuno rápido, voy a recoger mi equipo de viaje (lo llamo así porque la cartera que llevo es casi como una pequeña maleta). Nada más encender el móvil sonó la señal que me indicaba que un mensaje me acababa de llegar. ¿Quién podría llamarme a esas horas? Podía imaginármelo. Eneritz, mi compañera de trabajo.

00:07. He llegado hace un rato de Paris. Igual llego un poco tarde, pero intentaré ser puntual. Ya te contare la odisea. Hay de todo y Goofy no estaba.”

En medio segundo saqué varias cosas claras:
1) Las doce de la madrugada y mi compañera ya estaba pensando en el trabajo del día siguiente.
2) Igual no iba llegar tarde. ¡Iba a llegar antes que yo!
3) Estaba agotado y me iba a contar sus vacaciones (¡pues las mías fueron aburridas!).
4) ¡Goofy se había escapado! El miércoles se despidió deseándome unas buenas vacaciones. Yo la respondí con un “dale una patada en los hu… Dale recuerdos a Goofy de mi parte) (Nota del autor: Ante la posibilidad de que menores lean esto, intentaremos abandonar las palabras soeces y malsonantes).

Nada, que ya habíamos acabado las vacaciones. Salí a la calle camino del trabajo, medio dormido y muy abrigado. Y nada más pisar la calle vi mi error: Cuando estas sudando, un ligero frío se magnifica. Cuando sales de la ducha, un ligero frío se magnifica. Pero cuando estas abrigado, te das cuenta de que hace un calor horrible. ¡La madre que me parió! (que pasa, que te paran no es soez) Espero no encontrarme con muchas farolas, que no creo que las vea. ¡Y no soy un quejita!
P.D.: No iba a escribir esto, ya que ayer murió mi abuela, pero tampoco creo que deba estar triste. Tuvo una vida larga y no sufrió en su final.

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lunes, abril 09, 2007

Despertares

Abro los ojos.
Te busco,
pero no estas.
Pesadamente muevo mi mano,
buscando tu calor
entre las sábanas,
Pero solo encuentro el vacío.
Me giro en mi solitario lecho
y pienso
que tal vez solo fuiste un sueño.
Que todavía puede que siga durmiendo
y que cuando despierte
tal vez estés a mi lado,
sintiendo tu aliento sobre mi pecho.