Amargor

Me he despertado con un sabor amargo en la boca. Un sabor parecido al de una almendra verde. Ese sabor que no se te quita ni aunque te enjuagues mil veces.

Me he despertado con un sabor amargo en la boca. Un sabor a sangre reseca que me impide abrirla para tomar una bocanada de aire fresco.

Intento desentumecer mis músculos. Las muñecas me duelen y aún tengo marcadas las ligaduras que me mantuvieron inmóvil durante un largo tiempo.

Pero no puedo mover uno solo de mis músculos. Tanto tiempo inmovilizado me ha dejado sin fuerzas para seguir adelante.

Oigo pasos tras de mi. Se quien es. Se a que viene. Se que ese agujero que hay frente a mi fue hecho para mi. Mucho trabajo para tan poca cosa.

Un fuerte zumbido se acerca tras de mi. Veloz. Contundente. Letal. Siento un golpe seco en la base de mi cabeza y mi vista se nubla.

Me he dormido con un sabor amargo en la boca. Ese sabor a tierra húmeda que todo lugar lúgubre y mal ventilado tiene.

Me he dormido con un sabor amargo en la boca. Con un sabor a tierra húmeda y sangre que se mezcla a medida que me arrastran hasta el lugar donde descansaré.