Quien me ha robado el mes de abril?

El pasado viernes estuve tomando unas copas con mi querido Gorka. Charlamos sobre muchas cosas y como en la gran mayoría de los casos, las conversaciones entre dos chicos comienzan de la misma manera: mujeres. Pero esa no es la cuestión. Lo gracioso de una conversación no es como comienza, si no por donde te lleva. ¿Alguna vez os habéis fijado en esto? Puedes comenzar hablando del tiempo y por arte de birli birloque acabas con elucubraciones sobre la posible necesidad crear un bunker en el desierto de Sahara. ¿Qué que tiene que ver una cosa con otra? Seguramente ninguna, pero lo gracioso es como se llega a ese punto: como se van enlazando los temas hasta llegar a este lugar. Y en uno de estos puntos es donde quiero detenerme durante unos instantes. Por alguna razón que no recuerdo (como es normal en una larga conversación acompañada de un “par” de cervezas) llegamos al punto en el que hablamos sobre un libro, Momo de Michael Ende. Es uno de esos libros que marcan un momento de tu vida y de los cuales siempre te acordaras. Recuerdo el día que nuestra profesora de EGB nos propuso la lectura de un libro. Teníamos dos para elegir: Momo y El Hobbit. Claro esta, los chicos elegimos El Hobbit, un libro lleno de enanos, elfos y dragones. Y las chicas eligieron un libro de chicas, Momo. ¿Que narices es Momo? ¡Por favor, tenemos que leer un libro de chicas! Lo olvidaba, la clase era de mayoría femenina. Y si, de mala gana tuvimos que leer el libro. Reconozco que odiaba ese libro, y a medida que iba avanzando me fue enganchando. Y ahora que puedo decir. Me fascino. Y en cierto modo me marco un poco. Después de terminar la conversación con Gorka (la verdad es que no recuerdo cuando la termine, así que pongo este fin en el momento en que me despierto el sábado por la mañana) comencé a pensar en el libro y como en cierto modo me he convertido en Momo y en un hombre gris. Hace muchos años que no llevo reloj y simplemente en muchas ocasiones me guío por el instinto. Salvo cuando tengo una hora a la que llegar a un punto, no suelo hacer caso al tiempo. Supongo que eso forma parte de mi nula percepción temporal. Porque, ¿quién de los que me conocen nunca se ha sorprendido de lo mal que calculo el tiempo? ¿De cómo es posible que algo que pasó hace tres años me parezcan que fuese ayer? La verdad es que a mi también me sorprende. Y total, ¿que más da cuando ocurrió? Lo importante es recordar cuando ocurrió. Momo era alguien que vivía el momento y disfrutaba sin importarla el momento que era. Era algo a si como Pipi Calzaslargas. De acuerdo que no vivo el día a día con pasión desenfrenada y extravagancia. Con un poco de extravagancia si, pero un poco. Supongo que todos tenemos un poco de Momo en nosotros. Pero creo que poco a poco me voy convirtiendo en un hombre gris. Voy fumando mi tiempo, consumiéndolo de forma compulsiva, malgastándolo en grandes cantidades. Mas de una vez me quedo pensando en porque no me levanto de la silla de mi ordenador y me dedico a hacer algo mas productivo que ver la TV o ampliar el callo de mi muñeca creado por el ratón del ordenador. Pero en contra, lo vuelvo a hacer un día si y otro también. Y eso me aterra, convertirme en un hombre gris y perder la parte de Momo que me queda. ¿En que momento de nuestra vida dejamos de ser Momo para convertirnos en un hombre gris? ¿En que momento de nuestra vida maduramos de tal manera que perdemos lo que nos queda de nuestra niñez? Yo me resisto a ello. Espero que este libro vuelva a caer en mis manos para poder disfrutar de el y ver como a cambiado mi vida. Como veo este libro con el paso del tiempo. Si sus palabras son diferentes ahora. Si no lo habéis leído, os lo recomiendo. Y si creéis que sois demasiado mayores para leer un cuento infantil, regalárselo a un niño que no lo haya leído, seguro que le gustara. Y no es un libro para niñas. No existen libros para un sexo u otro. Y si los hay, creo que despertó mi lado femenino.